LA DESCONOCIDA (3ª y última parte) por Valérie Tasso
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El beso se hizo dueño del espacio y Marc notó que, mientras la habitación menguaba, él crecía. Al menos por ese apéndice que, entre sus piernas, se alargaba y ensanchaba acortando la distancia con la desconocida. Las transparencias de sus recién estrenados calzoncillos amenazaban con devenir eso, pura transparencia, pues su cada vez más robusto miembro pugnaba con no dejar una sola brizna de tela que se interpusiera entre él y su deseo.
La desconocida, remangando un poco la falda de su traje chaqueta, se sentó sobre las rodillas de Marc y frente a su rostro.
-“¿Va Usted a sacar de una vez las esposas que guarda en el bolsillo?” – le preguntó.
Marc, tembloroso por la excitación y sumiso ante el irrefrenable deseo que esa mujer le despertaba, apenas atisbó a extraerlas. Una inoportuna secuencia atravesó por unos instantes su mente; Susana, su mujer, preparando la cena, atendiendo a los chiquillos, recogiendo la ropa del tendedero… Intentó evitar esa imagen mientras la desconocida se incorporaba sensualmente frente a él, intentó que sus infinitas curvas expulsaran por la tangente la imagen de Susana, intentó no alimentar más su deseo a costa de la imagen de su esposa, pero sin éxito alguno. Cuando la desconocida, en un derroche de erotismo como Marc no había conocido antes, se quitó los zapatos, la falda y entreabrió su chaqueta, se convenció de que ya nada estaba bajo su control, que quizá nunca lo hubiera estado y que, más que posiblemente, nada en su vida volvería a estarlo.
Siguiendo las indicaciones de la desconocida, Marc recostó su espalda sobre la cama, a la altura justa para que sus brazos llegaran al cabezal para poder ser esposados. Así, atado y rendido, la desconocida comenzó a extraer algo del bolsillo interior de la chaqueta. “Ahora es cuando me dispara”, se dijo Marc a sí mismo, y también pensó que no era mala cosa morir así, deseante y excitado como nunca antes lo había estado. Pero no fue un revolver lo que salió del bolsillo sino una pequeña fusta que la desconocida hizo crujir sobre la parte baja de su abdomen. Después, se desprendió de su chaqueta permitiendo a Marc apreciar sus turgentes senos aprisionados en el Catsuit calado y no pudo por más que proferir una especie de gemido sordo que provenía mucho más del animal que le poseía que de él mismo.
-“No debería Usted dejar entrar a desconocidas en su habitación, ¿no le parece?” – preguntó ella mientras hacía descender los calzoncillos por entre las piernas de Marc y acercaba, sigilosamente, como un reptil, los labios a su glande mientras, con la misma viperina suavidad, daba dos ligeros golpecitos de fusta en los testículos de Marc que dobló su columna en un escorzo, como queriendo salirse de él mismo.
Daba ya el reflejo del alba en los cristales cuando la desconocida contrajo de nuevo todo su cuerpo, intentando sostener un segundo más su enésimo orgasmo. Al recostarse sudoroso a su lado, con pétalos de rosas adheridos a su piel húmeda, ella le musitó algo:
-“Finalmente, no me ha hablado Vd. de su esposa…”
Marc, haciendo un esfuerzo que se le antojó inaudito por dejar de mirar ese extraordinario cuerpo desnudo sobre la cama, empezó a escrutar el techo de la habitación.
-“Mi esposa es una esforzada ama de casa, una compañía fiel, una mujer siempre responsable, una abnegada madre de mis hijos y un auténtico aburrimiento en la cama” – para agregar a continuación; “Me alegro que se haya pasado la cita que teníamos aquí por el forro de los pantalones…”
Entonces, las miradas de Marc y de la desconocida se encontraron, y, al unísono, soltaron los dos una sonora carcajada.
-“Ahora, con tu permiso” – dijo la desconocida, incorporándose y sin dejar de sonreír – “voy a quitarme estas lentillas azules que me están haciendo polvo los ojos”.
– “Sí, Susana, por favor… y la peluca” – dijo Marc, a la vez que le daba un cariñoso cachetito en los glúteos.
Ella, antes de entrar en el baño y apurando el último sorbo de la copa de champán, se giró hacia su marido y le preguntó:
– “¿Le has dicho a tu madre que los niños no podían acostarse más tarde de las once?”
FIN
Valérie Tasso
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VALÉRIE TASSO nació en Francia. Es licenciada en Empresas y Lenguas Extranjeras Aplicadas, doctora en Interculturalidad por la Universidad de Estrasburgo (Francia) y tiene un posgrado en Sexología por el IN.CI.SEX, de la Universidad de Alcalá de Henares. Participa en programas de televisión y radio y colabora en varias revistas. Conferenciante e investigadora, apasionada por el hecho sexual humano, también hace terapia de pareja, terapia sexual, es especialista en disfunciones sexuales comunes y es miembro de la AEPS (Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología).
Con Diario de una ninfómana (2003), su debut como escritora, alcanzó el medio millón de lectores en España, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Brasil, Rusia e Italia, entre otros veinte países. Su versión cinematográfica (2008) se distribuyó en más de cuarenta países. También ha publicado Paris, La Nuit (2004), El otro lado del sexo (2006), Antimanual de sexo (2008), Diario de una mujer pública (2011), El método Valérie (2013) además de la novela Sabré cada uno de tus secretos (2010). Confesiones sin vergüenza (2015) es su última obra; a partir de las fantasías que le contaban anónimamente mujeres de toda España, nació la idea de este último libro. En junio de 2017, se publicará su novena obra.
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Imagen de Leila Méndez