LA DESCONOCIDA (PARTE 2) por Valérie Tasso

En el relato anterior: Marc está en una habitación de hotel, esperando a Susana, su esposa, para pasar una noche llena de magia y erotismo, que ambos han preparado, con la intención de acabar con la rutina de pareja. De repente, llaman a la puerta. Una desconocida en apuros le pide ayuda. LEER EL RELATO ANTERIOR AQUÍ

Desconcertado e inseguro frente a la situación, Marc solo era capaz de pensar en evitar que, en un gesto descuidado, su bata se entreabriera dejando a la vista de la desconocida sus calzoncillos con transparencias.

-“Sí claro… pase Usted un momento… e intente tranquilizarse, por favor” – musitó sin ni siquiera estar muy seguro que esas palabras salían de su boca.

La desconocida, con el rostro ligeramente enrojecido, le agradeció el que la dejara entrar en su habitación. Al pasar frente a Marc, a éste le pareció distinguir que del bolsillo interior de su chaqueta sobresalía algo parecido a una funda de cuero que oprimía sensualmente el turgente seno derecho de la mujer. Por un instante todo el cuerpo de Marc se estremeció; ¿es eso la funda de un revolver?”. Al acabar de pasar y sin percatarse del gesto de Marc que le señalaba la silla frente al escritorio, la desconocida se sentó directamente encima de la cama. Las sábanas se arrugaron ligeramente cuando sus glúteos se posaron sobre ellas, lo que produjo en Marc una singular mezcla de terror y excitación que intentó disimular recogiendo torpemente unas esposas de piel y terciopelo negro que estaban justo detrás de la desconocida y que amenazaban con escurrirse hasta el límite inferior de su espalda.

-“Discúlpeme, por favor”- dijo la desconocida entre sollozos mientras se inclinaba ligeramente sosteniendo su cabeza entre las manos – “Sé que le estoy incomodando, pero es que no tengo a nadie a quien acudir…” – su llanto se incrementó en la misma medida en que su pecho oscilaba, al ritmo de su respiración, de atrás en adelante, en un perturbador vaivén que Marc no pudo evitar percibir – “…No sé el por qué me tienen que suceder a mí estas cosas… “

Marc, que había introducido como había podido las esposas en el bolsillo de su bata, sintió un extraordinario sentimiento de cercanía por la desconocida… aunque sabía perfectamente que lo que sentía era sustancialmente distinto de una mera lástima, pues algo perverso amenazaba con emerger bruscamente tras ese sentimiento de compasión y protección. Mientras, un pensamiento no dejaba de martillearle ferozmente la cabeza; “Susana está a punto de llegar”.

-“Tranquilícese, por favor… ya verá cómo, sea lo que sea lo que le sucede, puede ponerle remedio” – le indicó, acortando discretamente la distancia física con ella.

Un ligerísimo temblor se apoderó de la desconocida cuando Marc apartó algunos pétalos de rosa de la base de la cama y se sentó tímidamente junto a ella. La inminencia de la llegada de Susana, su esposa, producía en Marc un indigerible cóctel de emociones que automatizaba, como si de una pócima mágica se tratara, sus movimientos. Así, casi de manera involuntaria, Marc alargó el brazo por detrás de su espalda, abrazando el desconsuelo de esta bellísima mujer, y la estrechó suavemente contra su pecho, como si fuese el roce de la lluvia.
La desconocida levantó despacio la mirada y a Marc le pareció que aquellos humedecidos ojos azules habían abierto cien ventanales en el techo.

-“Hábleme de su esposa…” – susurró la desconocida, manteniendo su desprotegida mirada sobre los ojos de Marc.

Marc acercó los labios a los suyos y percibió cómo estos se entreabrían ligeramente, bien para pronunciar palabra, bien porque el lenguaje sobraba.

Al sentir el calor del beso, Marc no supo distinguir si lo que oía eran los latidos de su corazón o si alguien estaba nuevamente llamando a la puerta.

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Valérie Tasso

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